Cerré el puño. Debía lanzar los dados.
En ese momento te miré, desafiante.
La leve sonrisa que hasta entonces se había dibujado en mis labios, desapareció.
Mis ojos se clavaron en los tuyos.
Tu rostro aparecía en cada una de las caras de aquellos dados.
Y desperté con la sensación de haberte buscado aquella noche.. y la satisfacción de haberte encontrado.