Todo está en silencio. La puerta de la habitación permanece entornada.
Al fondo una cama. Dos cuerpos descansan, uno al lado del otro.
Casi no me atrevo a acercarme. No quiero despertarles, pero estoy aquí.
Cierro los ojos y me concentro.
Me acerco a él. Está profundamente dormido. Me siento, con las piernas cruzadas en el suelo, a su lado. Todo está en la más absoluta oscuridad, pero mis ojos pueden verle, pueden dibujar el perfil de su rostro. Recorro con mis dedos su frente, su nariz, sus labios… El hace un divertido gesto. Sonrió.
Ella también se mueve. Se gira hacia el lado contrario a mí, dándome la espalda. Me incorporo y flexionando las rodillas, dejo caer medio cuerpo sobre el lado donde el duerme. Me acerco lentamente, beso sus labios, acaricio su pelo. Es tan dulce…
He pasado un rato observándole. Vigilando sus sueños. A veces mueve su cabeza, como si adivinara que estoy aquí… pero no puede verme. Tan solo en sueños podría intuirme.. tal vez lo haga.
Aparto con cuidado la ropa de cama y me siento en el borde, reposando mi espalda en el cabecero. Paso un brazo por encima de la almohada, protegiendo su cabeza. Me inclino suavemente y mi nariz se pierde en su pelo.
Ahora se gira, queda boca arriba. Mis ojos no pueden dejar de observarle en la oscuridad. Nunca podría verle a la luz del día. No me está permitido.
Mientras mis ojos permanecen clavados en su rostro, imagino un mundo en el que el y yo somos los únicos seres. El, el día. Yo, la noche.
Lejos el uno del otro. Sin luz no soy sombra y él no es luz sin mi oscuridad.
Las horas transcurren y el nuevo día pone final a mi reinado. Los tenues rayos de sol, perezosos aun, despuntan sobre el horizonte.
Me atrevo a rozar de nuevo con mis labios los suyos. Que dulce elixir éste que embriaga mis sentidos. Un suave licor que deja un sabor amargo en mis labios; el sabor de la despedida. Del adiós.
El negro manto de la noche, se descubre para dar paso a un nuevo día.
Sé que siempre estaré a su lado. A cada paso que dé, su sombra le recordará que jamás estará solo. Porque yo le sigo, allá donde va.